10 de abril de 2025

Ligero de cargas

Ha caído en mis manos una preciosa fábula que comparto contigo:

Dos monjes budistas se encontraron con una mujer muy hermosa en la orilla de un río.  Al parecer, la chica no se atrevía a cruzarlo por miedo a caerse en el agua.  Sin dudarlo, uno de los monjes la subió sobre sus hombros y la llevó hasta la otra orilla.

El otro no dijo nada, pero se puso furioso.  Lo que había hecho su compañero estaba prohibido:  un monje budista nunca debe tocar a una mujer.

Tras recorrer en silencio varios kilómetros y entrar en el monasterio, el monje que estaba enfadado se volvió hacia el otro y le dijo: Tendré que decírselo al maestro. Lo que has hecho está prohibido.

El otro, desconcertado, le preguntó: Pero, ¿de qué hablas? ¿a qué viene todo esto?

Atónito, el monje enfadado le recriminó: ¡Has llevado a esa hermosa mujer sobre tus hombros!

El otro, con mucha compasión, miró a su compañero y le dijo:  Cierto.  Yo la he llevado, pero la he dejado en la otra orilla del río. Sin embargo, tú todavía la sigues llevando a cuestas.  Aligera tu carga y podrás contemplar el bien.

¡Cuán a menudo nos ocurre!  Nos fijamos en lo que ha hecho una persona porque de alguna forma nos molesta, y a menudo no paramos de darle vueltas y vueltas o directamente reprochárselo.

No reparamos en que darle vueltas y vueltas no lleva a ninguna parte:  ocupamos las neuronas en algo que no podemos modificar y que no nos hace sentir bien, ¿qué sentido tiene?

Podemos, también, reprochar a esa persona su comportamiento "punible". Aparentemente ello servirá para que recapacite y modifique. ¿Seguro? ¿Qué sé yo de sus prioridades, de su marco ético, de su círculo social, de sus aspiraciones, etc. etc.? ¿Quién me ha dado derecho a erigirme como maestra sin ninguna petición por su parte y sin conocer prácticamente nada sobre su vida? Es casi seguro que su respuesta no sea exactamente la que yo espero, así que tampoco voy a aliviar el malestar que he sentido ante su comportamiento.

¿Qué tal me iría si, de vez en cuando,  en lugar de reprochar  me centro en averiguar por qué me ha molestado tanto lo que ha hecho? Es probable que descubra algo sobre mí que me ayude a diseñar un plan de automejora aplicable en diferentes contextos.

Mejor aún, en cuanto empiece a poner en marcha ese plan de automejora iré descubriendo diferentes formas de comprender la conducta ajena, de relacionarme, de implicarme o inhibirme en función de mi propia posición en ese momento... con lo cual mi nivel de bienestar psíquico irá mejorando paulatinamente.  

Y tiene además una gran ventaja añadida:  cuanto mejor me conozco mejor puedo relacionarme, y ello me ayuda a ir construyendo relaciones positivas para mí (me siento bien) y para los demás (es una persona de ésas que llamamos buena gente buena).  

Por si quieres echar un vistazo a alguna de las muchas formas en que puedes organizarte un plan de automejora, aquí te dejo un ebook sobre Psicología Positiva y Ética y algunas maneras de revisar tus comportamientos en base al Análisis Transaccional, como  Lágrimas en la cocina o Quiero ser feliz. Que los disfrutes 😀.