27 de septiembre de 2018

Empleados sin trebejos

Escultura ante el edificio Harpa, Reykjavík (I)
Junto al precioso edificio Harpa, en Reykjavík, se encuentra la escultura de un músico preparado para ejecutar su pieza en el concierto:  mirando hacia el director, sentado con la espalda recta, las piernas dispuestas para acoger el instrumento, la mano izquierda en el mástil, la mano derecha dispuesta a atacar las cuerdas...

Un momento: ¿dónde está el arco? ¿Cómo se puede tocar el violonchelo sin un arco?  Quizás solo deba tocar un pizzicato.  Es posible, pero en ese caso no se entiende la posición del brazo derecho.

La escultura parece querer representar al músico en el transcurso de la ejecución de una obra.  Yo aseguraría que no hay ninguna obra en la que solamente se toquen pizzicatos, además de que no sería representativo del edificio vecino, dedicado a convenciones y conciertos.  Así que parece lógico pensar que está interpretando una obra convencional... pero sin arco.

¿Se trata de un músico excelso, capaz de hacer vibrar las cuerdas solo con hacer el gesto adecuado? ¿Es un instrumento del futuro, que únicamente necesita la puesta en escena para deleitarnos con sus sonidos? ¿Es una broma que el músico gastó al director de orquesta? ¿Se le rompieron las cuerdas del arco y continuó el concierto disimulando como si no hubiese ocurrido nada?

Estas y otras muchas preguntas podemos hacernos ante tan sorprendente escultura.  Yo la he asociado sobre todo a situaciones más corrientes de lo deseable en las que la organización está pidiendo al empleado que consiga objetivos sin dotarle de los recursos adecuados.

En estas circunstancias suele ocurrir que el empleado hace como si realmente estuviera centrado en la consecución de los objetivos:  habla por teléfono, teclea en su ordenador, asiste a reuniones, busca información, escucha a su jefe... todo parece estar en orden.  Pero la realidad es que los objetivos no se alcanzarán porque la falta de medios lo impide.

El empleado está, pues, en una situación estresante en la que no se atreve a reclamar lo que realmente necesita y no se atreve a abandonar el proyecto.  Mal para el propio empleado, mal para el equipo / jefe del proyecto y mal para la organización.  Se ha perdido tiempo, se han aplicado mal los recursos existentes, se ha generado confusión y malestar, se está propiciando la aparición de respuestas indeseadas en el mercado...

La carencia de medios es evidente.
Escultura ante el edificio Harpa, Reykjavík (II)

¿Por qué no lo admite el jefe / la organización?
Falta de los medios necesarios, falta de visión de futuro, falta de  respeto a las personas, falta de  recursos económicos, falta de flexibilidad para redefinir los objetivos, falta de planificación... las causas suelen ser múltiples y entrelazadas, pero en cualquier caso la ejecución es francamente mejorable y el precio a pagar por parte de los empleados demasiado alto.


(Puedes ojear un artículo relacionado, ¿Cuestión de tacones?)

  Esta curiosa escultura, con su curiosa falta del arco, puede ser solo un motivo para dar qué pensar al observador, pero en cualquier caso no forma parte de la normalidad.

¿Seguro?  Mira esta escultura sita ante el edificio Perlan de la misma ciudad: 

Escultura ante el edificio Perlan, Reykjavík
Este cuarteto está en plena ejecución, se ve claramente que sus cuerpos acompañan la melodía.  Podemos, por sus posturas, intuir qué instrumento está tocando cada uno. ¿Dónde están los instrumentos?  Como en el caso anterior, es éste un curioso caso de empleados capaces de realizar su trabajo sin disponer de los trebejos correspondientes.

Por lo visto, en Reykjavík son capaces de hacer maravillas partiendo de cero 😉.

Desconozco el móvil que llevó a los escultores a ofrecernos sus obras inacabadas de esta forma tan sugerente.  Personalmente, pasé un buen rato observando y suponiendo al lado de cada una de ellas, y concluí la visita con un buen sabor de boca:  no sé por qué lo hicieron así, pero sí sé que son creativos, sugerentes, provocadores y un tanto guasones.  Necesitamos muchas personas así en esta sociedad actual tan centrada en malas noticias...

5 de septiembre de 2018

Compasión y ética

José Antonio Marina
 Ha caído en mis manos el artículo de José Antonio Marina,  Elogio de la compasión, que te recomiendo.  Recoge una frase tangencial en la que el autor confiesa que desde hace años está trabajando  en una historia de la evolución cultural de la humanidad, que incluye la evolución de los sentimientos.

Este planteamiento está muy en línea con el de Jesús Mosterín, quien profundiza en sus trabajos sobre la compasión y lo que significa para la humanidad.  Te dejo aquí un artículo que lo sintetiza:   El círculo compasivo incluirá a todo ser capaz de sufrir .   Mosterín considera que las emociones morales (como la compasión) son tan relevantes en la ética como las percepciones en la ciencia empírica. (Si tienes curiosidad por saber qué opino sobre Jesús Mosterín puedes visitar Jesús el Magnánimo.)

En los dos artículos que hoy te ofrezco se enfoca la capacidad de compadecer (= padecer junto con) desde un punto de vista racional, con sólidos argumentos, mostrándonos lo que ocurre en nuestra sociedad.  Está muy bien, porque los argumentos son la base de una buena discusión:  cuanto más sepamos sobre un asunto mejor podemos discutir. Los científicos, pensadores y profesores ayudan así a que podamos ir comprendiendo el complejo entorno en que nos movemos y abriendo el foco para aprehender mejor la realidad.
Jesús Mosterín

Nos queda entonces trabajar la otra faceta, la que no se enraíza en la ciencia empírica sino en la ética: El mismo Marina nos explica que la solución de los conflictos sociales tiene un nivel jurídico y otro ético. El jurídico se impone por coacción y por la imposición de penas. El ético, por convicción y presión social.

Mosterín lo enfoca desde otro ángulo, sosteniendo que basándonos en  la ciencia podríamos llegar a justificar cambios en los presupuestos éticos y morales sobre los que se fundan las sociedades.

Me gusta ese enfoque porque supone que los datos objetivos y contrastados con los que trabaja la ciencia sirven de referencia para esa reflexión colectiva que hacemos periódicamente, revisando así nuestros principios básicos de conviencia y el marco ético que los sustenta.


Es muy gratificante que filósofos y científicos nos ayuden a plantearnos estos principios en una sociedad tan perpleja como la actual, porque la sensación de obrar con coherencia (respecto a nuestros principios) nos da fuerzas para avanzar en la consecución de mayores niveles de bienestar personal y social.  

Por eso es importante que las organizaciones estén al día en materia de ética, valores, coherencia... y todos esos principios que fueron aparcados en pro de la tecnología y que, afortunadamente, cada vez están consiguiendo más reconocimiento. En la época de los robots y de las inteligencias múltiples no nos queda otro remedio que tener las cosas lo más claras posible si queremos que en nuestras organizaciones el Ecosistema Interno sea capaz de responder adecuadamente a tantos e inesperados retos de convivencia.