12 de octubre de 2019

Mantén sano tu cerebro con Mozart

Siempre me ha gustado la música clásica, e incluso me diplomé en el método Tomatis porque me pareció una muy buena forma de mejorar la capacidad cerebral y disfrutar a la vez.

Me gusta especialmente Mozart, hasta el punto de que tengo sus obras completas y utilizo su maravillosa música tanto en el ámbito personal (para relajarme, para abstraerme,  para sentir la grata sensación de disfrutar de la vida, para dormirme con una sonrisa…) como en el profesional (para cohesionar equipos, para visualizar metas, para estimular la creatividad, para simular situaciones de trabajo, etc., etc.).

También extraigo de su vida diferentes ejemplos (perseverancia, resiliencia, capacidad de disfrutar con el trabajo, conjunción espíritu lúdico + rigurosidad, etc., etc. ).

Y ahora encuentro este magnífico estudio finlandés divulgado por Julio Rodríguez,  donde se demuestra que escuchar música clásica  mejora la actividad de los genes implicados en la secreción y transporte de dopamina, la neurotransmisión sináptica, el aprendizaje y la memoria, y baja la expresión de genes que median la neurodegeneración.

Estoy feliz 😀.  Cuando los científicos consiguen demostrar algo que de una u otra forma ya sabíamos subimos un escalón en nuestra búsqueda de conocimiento.   Como explica mi profesor y amigo Itamar Rogovsky [comunicación personal],  cuando alguien conoce sus propios recursos empieza por saber lo que sabe y los recursos que no tiene, aunque también sabe que sabe cosas que no sabe que las sabe. (Es una de las bases de la Metanoia, conocimiento afectivo que no pasa por el raciocinio).

Así que ahora se puede asegurar con certidumbre científica que Mozart ayuda a mantener joven el cerebro.  Es una gran noticia que espero compartas, porque desde el punto de vista social a todos nos interesa convivir con personas sanas, capaces y conocedoras de sus puntos fuertes para ponerlos a su propio servicio y al de la sociedad.

Otro aspecto de este estudio que ha llamado mi atención es que varios de los genes regulados eran conocidos por ser responsables del aprendizaje de canciones y el canto en aves, sugiriendo un fondo común evolutivo entre especies en cuanto a la percepción de sonidos. 

Ya era algo conocido, en efecto, pero encuentro muy apropiada la mención en estos momentos en que vivimos inmersos en una sociedad antropocéntrica que favorece la idea de que las personas somos el centro del universo; por ejemplo, muchos de los desastres ambientales que estamos sufriendo son consecuencia del modelo de gestión corporativa vigente desde el siglo XIX, según el cual la naturaleza es solo una fuente de recursos al servicio del progreso económico.

Parece ser que ahora empezamos a darnos cuenta de que no somos más que uno de los muchos seres vivos que habitamos el planeta (con los que tenemos muchas cosas en común), lo cual es esperanzador porque si cambiamos de una visión antropocéntrica a esa nueva cosmovisión aún podemos revertir tanto desastre y asegurar la vida a las futuras generaciones humanas y no humanas.

En eso andamos  😏 ¿Te apuntas?

Aquí te dejo el  concierto de violín de W.A. Mozart Nr 3, G-major, K.216 que utilizaron en el estudio. Disfrútalo.



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