12 de abril de 2020

Es que no aprendemos

Durante mucho tiempo la UE ha estado batallando por difundir e implantar los ODS porque se ha considerado que es un  gran logro el acuerdo internacional para que la sociedad avance con criterios correspondientes al siglo XXI. Los 17 están interrelacionados, pero a efectos de este artículo vamos a fijarnos en los números 6 (agua limpia y saneamiento), 7 (energía asequible y no contaminante), 13 (acción por el clima), 14 (vida submarina) y 15 (vida de ecosistemas  terrestres), porque son los que hacen incidencia directa en la salud del planeta.

Después de muchos esfuerzos - no solo económicos -los ciudadanos somos cada vez más conscientes y los gobiernos van poco a poco legislando en consonancia, con el foco puesto en el año 2030.

En el Informe de 2018 sobre avances conseguidos se concluye que "los conflictos y los efectos del cambio climático fueron los principales factores que contribuyeron al crecimiento del número de personas que se enfrentan al hambre y al desplazamiento forzoso, además de limitar el progreso hacia el acceso universal a los servicios básicos relacionados con el agua y el saneamiento".

Ahora en 2020 el coronavirus ha trastocado los planes de gobiernos, empresas y ciudadanos. Respecto a los ODS,  puedes ver un resumen de los  efectos del virus aquí.  De este informe destaco un párrafo:  "Ahora más que nunca, el mensaje que queremos trasladar al sector empresarial es que los ODS abren un gran abanico de oportunidades económicas que podrían ser la puerta de salida de la crisis económica en la que nos estamos sumergiendo".

Bien está que el sector empresarial comience a replantearse su modus operandi, estregias y objetivos, porque en la sociedad actual no se puede hacer nada sin dinero y las empresas son las organizaciones cuya actividad genera dinero.

Y estaría aún mejor si - no solo las empresas, sino la sociedad en su conjunto - diéramos un paso más para no poner el dinero en el centro.  Como muy bien dice Ai Weiwei, emprendemos proyectos solo cuando nos traen beneficios, olvidándonos de los principios.

A título de ejemplo, mira lo que he leído recientemente en un diario de tirada nacional:  






 El límite de 95  g/km de media en las gamas de cada fabricante, con sus multas millonarias si no se cumple, será difícil de exigir ante otras prioridades tan imprescindibles como la liquidez y la reactivación del mercado.

Una vez más, el dinero en el centro.  Es cierto que la tremenda crisis que tenemos a las puertas generará pobreza y desamparo en millones de personas, algo inasumible si se tiene un mínimo de sensibilidad.  Pero estamos, una vez más, en el más de lo mismo. Y a pesar de que nunca ha sido una solución sino un parche, insistimos una y otra vez en aplicar la fórmula.

De forma que estamos en un círculo vicioso:  si no priorizamos lo económico muchas personas morirán a corto plazo. Si priorizamos lo económico (a corto y a largo plazo) la naturaleza morirá, y con ella la especie humana.  Recordemos que los ODS relativos a la naturaleza son la base para que los demás se puedan conseguir.

Yo no sé cómo se puede romper este círculo vicioso, pero al menos podríamos probar alguna fórmula al alcance de cualquier persona que piense un poco:

  • Estimular a  nuestra comunidad científica  para que se centre en resolver este problema entre todos, independientemente de las disciplinas de cada uno;
  • Presionar a los gobiernos para que escuchen a los científicos y legislen en consecuencia;
  • Presionar a la ciudadanía para que rediseñe su estilo de vida a fin de consumir únicamente lo imprescindible;
  • Exigir a científicos, gobiernos y ciudadanía que velen porque no se queden atrás tantos millones de personas desfavorecidas.
 Si se te ocurre alguna otra fórmula estaré encantada de escucharte. Y si te gusta esta te agradecería difusión, porque ya sabes que un grano no hace granero pero ayuda al compañero.

En cualquier caso, gracias por haber llegado hasta aquí 🌏

Para finalizar, te dejo una profunda reflexión de José Múgica muy adecuada para este tema y otra de Eduald Carbonell que, con una óptica distinta, pone el dedo en la llaga.