En este nuevo milenio hemos visto extinguirse diferentes empleos artesanos mientras emergen ocupaciones relacionadas con las nuevas tecnologías. ¿Cómo influyen estos cambios en las personas?
Me gustan las efigies del botero y del limpiabotas de la
ciudad de Haro. No es
casualidad que la ciudad destaque estos
oficios, puesto que solo una ciudad rica desde tiempos inmemoriales podía
sostener a personas que trabajasen (y vendiesen) piezas de cuero y otras que se
cuidasen de lustrar el calzado a sus clientes, que necesariamente habían de ser
ricos y numerosos.
La gracia con que están realizadas estas dos obras me hace
sonreír: son vivas, cálidas, reflejan bienestar, alegría y satisfacción con el
trabajo realizado. Y son también, creo,
un buen símbolo de algo que tienen en común los oficios artesanos: la
comunicación interpersonal directa. ¿Acaso se puede sonreír a la nada?
Parece evidente que los personajes sonríen al espectador mientras muestran las excelencias del oficio.
Parece evidente que los personajes sonríen al espectador mientras muestran las excelencias del oficio.
Los pocos artesanos que he conocido estaban muy orgullosos
de su trabajo y disfrutaban explicando sus "trucos" a quien quisiera
escuchar. Y también acostumbraban a
platicar con clientes, vecinos y curiosos en general. La charla grata y pausada
formaba parte del día a día de estas personas, provocando un intercambio de
opiniones y experiencias que ayudaban a mejorar el oficio y, sobre todo, el
bienestar psíquico del artesano.
La sociedad actual hace planteamientos muy diferentes. La mayoría de los trabajos tienen un alto porcentaje
de tareas digitales, e incluso las relaciones interpersonales se desenvuelven
frecuentemente en las redes sociales.
Sherry Turkle, psicóloga del MIT, nos indica que sacrificamos la conversación por la conexión (TED: conectados pero solos). Ethan Kross, de la Universidad de Michigan, ha realizado un estudio cuyos resultados explican que Instagram, lejos de hacernos felices, fomenta la envidia y la frustración, puesto que fomenta las comparaciones entre personas, aunque dichas comparaciones no sean siempre conscientes. La frustración se debe, entonces, a que solo unos pocos pueden vivir sin el aplauso del grupo, y son aquellos que han invertido previamente y con ahínco en su amor propio, como afirman investigadores de la Universidad de Cornell de Nueva York.
El Centro de Investigaciones Pew, en un informe de 2014, explica que la generación del milenio arrastra unos niveles de confianza más bajos que las generaciones anteriores: solo un 19% de este colectivo confía en los demás, en comparación con el 31% de la generación X(nacidos entre 1960 y 1980) y el 40% del baby boom (1945 - 1965).
También sabemos que las personas jóvenes tienen por lo
general más actividad social en las redes que las personas mayores, y que
ocupan más puestos directamente relacionados con las tecnologías.
Así que, con todas las excepciones que queramos, podríamos decir que las personas jóvenes tienen ocupaciones digitales y niveles de confianza bajos, mientras que las personas mayores que se ocupan (ocupaban) de labores artesanas tienen niveles de confianza más altos.
Además de los perfiles de los puestos ocupados - que
obviamente tienen muy pocos paralelismos - podríamos pensar que existe una
variable independiente que afecta a ambos colectivos: el tipo de comunicación
interpersonal.
En líneas generales, una persona que realiza trabajos artesanos tiene más posibilidades de interacción social directa en los procesos de adquisición de materia prima, elaboración del producto, demostración y venta. En cambio, una persona que realiza trabajos con alta carga digital tiene más dificultades para establecer relaciones directas y de proximidad con colegas, proveedores o clientes, puesto que habitualmente se realizan a través de internet.
En líneas generales, una persona que realiza trabajos artesanos tiene más posibilidades de interacción social directa en los procesos de adquisición de materia prima, elaboración del producto, demostración y venta. En cambio, una persona que realiza trabajos con alta carga digital tiene más dificultades para establecer relaciones directas y de proximidad con colegas, proveedores o clientes, puesto que habitualmente se realizan a través de internet.
Esta predilección por lo digital comienza a establecerse en la infancia, a través del uso de juguetes digitales, teléfonos inteligentes, etc., etc., y de hecho numerosas familias lo favorecen como un medio de tener a los chiquillos entretenidos y "sin dar guerra".
Como todo en esta vida, los adelantos tecnológicos pueden ayudarnos a ser más felices y tener mejores niveles de autoconfianza, o pueden esclavizarnos y hacernos más vulnerables psíquicamente. Como dice Sherry Turkle, La tecnología digital acaba de arrancar. Tenemos tiempo de sobra para reconsiderar nuestra relación con ella. No propongo que nos alejemos de los dispositivos, sino que los usemos de un modo más consciente. Recuperemos espacios en el hogar para la charla o gozar de la soledad. Y encontremos la forma de enseñarlo a los hijos. Que el móvil no nos aleje del aquí y el ahora.
Y si las empresas se hicieran eco de esta reflexión para promover todo lo posible las relaciones interpersonales directas, miel sobre hojuelas (frase hecha que se apoya en una actividad artesana actualmente poco conocida :-).
¿Quieres ver esculturas similares? : esculturas
de bronce en las calles de Haro
¿Quieres ver a un artesano en su salsa? (el hojalatero) Y si pinchas en
"oficios
para el recuerdo" tendrás acceso a muchos más. Disfrútalos :-)
((Me ha inspirado este artículo El País Semanal del 13.11.2016)
((Me ha inspirado este artículo El País Semanal del 13.11.2016)