Nuestros ancestros de Atapuerca pueden enseñarnos a gestionar responsablemente las personas en las organizaciones del siglo XXI.
En una de estas noches regidas por el calor y el insomnio tuve la suerte de escuchar una entrevista radiofónica a Ignacio Martínez, paleontólogo que trabaja en el equipo investigador de Atapuerca. Explicaba de una forma rigurosa y didáctica cómo ha ido evolucionando la especie, basándose en los descubrimientos de la Sima de los Huesos y otros entornos estudiados en Atapuerca.
Me quedé básicamente con la idea de un proceso de evolución en tres fases, que él ha observado en sus minuciosos estudios y que yo asocié a un proceso de integración de una nueva persona en una empresa socialmente responsable:
Fase I Cooperación
De forma paralela a la progresiva disminución de los caninos, nuestros antepasados comienzan a exhibir nuevos comportamientos sociales: ya no se trata tanto de competir, sino de cooperar. (Ilustró la idea con un ejemplo brillante: "ya veis, en esta sala estamos tres machos y ni siquiera nos hemos gruñido, lo cual es un prodigio tratándose de primates")
Una empresa socialmente responsable también observa esta fase en el proceso de integración de una nueva persona: antes de nada, veamos si el tamaño de sus caninos es el adecuado. Podría tratarse de alguien que tuviera demasiado o demasiado poco desarrolladas algunas características (actitudes, aptitudes, conocimientos, ...) y que por lo tanto resultara excesivamente diferente de la manada en la que deseamos que se integre. Es de agradecer una cierta diferenciación para que enriquezca el conjunto, pero no tanta que provoque gruñidos, ataques o aislamiento.
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Trainera: ¿cooperas, o sobras? |
Y, además, deseamos que sea capaz de cooperar desde la posición que se le asigne y desde sus capacidades actuales o futuras. Una persona que no desea cooperar en una organización socialmente responsable es alguien que podrá aportar muy poco valor añadido, por lo que en principio no es deseable su incorporación.
Por lo tanto, este primer paso del proceso de integración ha de ser riguroso y constantemente revisado, a fin de que brinde las mejores oportunidades de incorporar personas valiosas para el fin de la organización y que a la vez aporte a éstas oportunidades de progreso personal y profesional.
Fase II Planificación y creatividad
Ignacio Martínez nos cuenta que en esta segunda fase -cuando nuestros antepasados ya habían incorporado las pautas de cooperación- pudieron permitirse avanzar un paso más desarrollando la creatividad y la planificación para fabricar las hachas pulidas: un hacha pulida exige tener una visión conceptual previa del objeto acabado y de cada una de sus facetas, lo que significa un desarrollo cerebral considerable y que puede llevarse a cabo cuando el sujeto puede contar con el apoyo de los miembros del grupo para menesteres vitales en lugar de tener que enfrentarse solo a las dificultades.
Una organización socialmente responsable pretende incorporar personas que tengan capacidad de representarse el futuro próximo de dicha organización, su entorno, sus responsabilidades sociales... y también pueda vislumbrar de qué forma puede ella cooperar para su consecución. Y todo ello independientemente de la posición que vaya a ocupar, porque son requisitos indispensables en cualquier puesto para que la empresa avance y las personas se sientan satisfechas y comprometidas.
Fase III Conexión de las mentes
La tercera fase de este proceso es un paso decisivo: el individuo es capaz de establecer contacto con otras mentes mediante la representación pictórica, poniendo al alcance de terceros sus sensaciones, recuerdos, temores, anhelos... una verdadera comunicación entre el artista y el espectador.
Es decir, ya no sólo planifica y crea, sino que lo hace con la intención explícita de ponerse en comunicación con otras personas de su entorno y compartir con ellas algo mucho más complejo y elaborado que una simple herramienta: transmite información cargada de simbolismos y emociones.
Una organización socialmente responsable se cuida especialmente de esta tercera fase en un proceso de integración: en lugar de las paredes de una cueva y unos cuantos pigmentos pondrá al alcance del nuevo empleado una tableta, una red social interna, un espacio de conversación, un mentor o cualquier otro recurso, pero en cualquier caso se cuidará de que la persona recientemente contratada pueda tener la oportunidad de intercambiar sentimientos y emociones: es la mejor forma de ayudarle a gestionar sus expectativas y su posicionamiento dentro de su nueva tribu, ergo su aceptación de la cultura organizacional y su predisposición a dar lo mejor de sí.
Este paralelismo entre Atapuerca y una organización responsable me sugiere algunas reflexiones:
Seguimos siendo primates, da lo mismo que nos desenvolvamos en una cueva o en una oficina (nada nuevo bajo el sol);
Haríamos bien en aplicar toda esa experiencia acumulada que tenemos como especie;
Una empresa socialmente responsable puede tener magníficas ideas para gestionar responsablemente a las personas si se plantea qué deseamos como primates evolucionados;
¿Te sugiere algo que desees compartir?