24 de abril de 2012

Equipos: huella líquida (y III)

Inspirar  huella líquida


             

El agua es uno de los elementos básicos para que exista vida.  Y no sirve de cualquier manera:  si hay poca las plantas se agostan, los animales languidecen y la vida en su conjunto se marchita o desaparece.  Si hay excesiva, los cauces se desbordan, la tierra fértil es arrastrada, las plantas  son arrancadas, los animales perecen... la vida se extingue.

En cambio, si el agua que fertiliza un campo es la adecuada, facilita que las plantas crezcan sanas y robustas;  ello da pie a que los animales también tengan su oportunidad, y el conjunto del ecosistema es saludable y generador de más vida.


Cuando el agua se posa en la tierra suavemente, como una huella, va humedeciéndola, sin inundar, hasta que cala lo suficiente como para provocar el nacimiento de la vida: germina las semillas, facilita el acceso a sustancias nutritivas, ayuda a crecer, a salir de la oscuridad y dirigirse hacia arriba, hacia la luz. Cuando la planta ya ha conseguido todo eso, el agua suave sigue dejando su huella líquida y la planta puede seguir creciendo.

Ya sabemos que cuando asumo el rol de responsable de equipo dejo huella en las personas de dicho equipo, haga lo que haga (incluso lo que no haga). 

Hablemos, pues,  de un tipo de huella que no precisa rectificación por mi parte: la huella líquida.

Cuando digo huella líquida me refiero al agua que puedo dejar cuando tengo el pie mojado y piso sobre tierra blanda: las gotas toman la forma del pie (permiten que se reconozca la autoría de la pisada), pero rápidamente son absorbidas por la tierra. No vemos exactamente qué hace el agua en su interior, pero sí vemos los resultados.


Lo primero que necesito es mojarme el pie:  decidir cuánta agua y de qué tipo es necesaria para dejar la huella líquida.  Puedo necesitar más o menos agua en función del grado de crecimiento del equipo, de la dificultad del proyecto, del momento vital de las personas del equipo... (completa los puntos suspensivos con tus propias experiencias).

También necesito analizar previamente qué elementos debe llevar incorporada el agua:  puede ser más  o menos dura, más o menos alcalina, más o menos oxigenada, más o menos sulfurosa... son variables que valoro en función de los requisitos comentados anteriormente.

Y por último, hago un ejercicio de reflexión para asumir alegremente que mi huella líquida será reconocida durante unos momentos y pasará enseguida a formar parte del entorno, difuminándose mi autoría... por ahora. 

Cuando yo dejo una huella líquida en las personas del equipo, esa huella es rápidamente reconocida por ellas:  saben cuál es su procedencia y cómo la pueden utilizar para ir creciendo. 

A medida que se van desarrollando, necesitan que la huella líquida sea más y más espaciada, para tener ocasión de buscar por sí mismas el agua y los nutrientes que necesitan.  Hasta que llega un momento en que estas personas / este equipo tienen capacidad y motivación suficientes como para buscar por sí mismas todo lo necesario.  Y no sólo en las inmediaciones conocidas, sino también en nuevos entornos:  alargan las raíces y las ramas cuanto sea preciso para asegurarse la supervivencia y el crecimiento tomando otros lugares hasta ahora desconocidos.

Cuando hayan llegado al grado de madurez deseable recordarán aquella entrañable huella líquida que les permitió los primeros pasos (lo cual es muy gratificante para mí) e incorporarán en su modus operandi la aplicación de huellas líquidas a sus propios equipos (lo que es gratificante para ellas, para los futuros equipos y para la organización en su conjunto).


                                   

12 de abril de 2012

Equipos: Huella líquida (II)

Gestión de equipos mirando también al colaborador



Arrastrar  Huella ambarina

         

Los árboles producen resina como una protección contra enfermedades y peligros varios. Esta resina, fosilizada, se presenta en forma de "piedra" preciosa llamada ámbar.  Es muy frecuente que el ámbar contenga inclusiones en forma de burbujas de aire, gotas de agua, plantas, pequeños animales...
En la antigüedad se creía que el ámbar tenía propiedades mágicas, y los griegos descubrieron sus propiedades eléctricas. (¡Qué bien funciona Wikipedia!).

A diferencia de la piedra, el ámbar no está a metros de profundidad, sino que se encuentra en la naturaleza de forma relativamente sencilla, a cielo abierto o incluso flotando en el mar.

También a diferencia de la piedra, el ámbar no conserva una huella, sino un ser  no deshidratado y en perfecta forma.  Los paleontólogos obtienen preciosa información paleoambiental de las inclusiones del ámbar.

Una tercera diferencia respecto a la piedra, es que el ámbar puede trabajarse como si fuera una piedra preciosa:  hoy en día se fabrica una numerosa gama de joyas en diferentes países del mundo.      

Así pues, podemos decir que el ámbar puede ser visto como:

  • Algo relativamente fácil de encontrar;
  • Un elemento mágico;
  • Un juguete para atraer pequeñas partículas;
  • Una rica fuente de datos sobre ecosistemas antiguos;
  • Materia prima para joyería.
En cualquier caso, es algo ligero, transportable y modificable.  Algo hemos ganado respecto a la piedra.

Si yo soy responsable de un equipo y adopto la posición "arrastrar", la huella que estoy dejando en la persona /  el equipo es como el ámbar:  algo que incrusto pero que queda prácticamente en el superficie y que además se puede modificar. 

El colaborador (y el equipo) retiene en sí información sobre mis comportamientos y poco a poco va elaborando los suyos alrededor de aquéllo que ha percibido e interiorizado.  Si yo arrastro habitualmente, la huella que voy dejando va tomando forma de algo tangible ("aquí se hacen las cosas así", "si el jefe hace 'A', a mí me toca hacer 'B'", 'Para qué voy a esforzarme si ya lo hace el jefe", "el jefe no permitiría que yo lo hiciera, quiere hacerlo él", etc.)  y se va recubriendo hasta quedar incluida en la cotidianidad formando parte de la cultura del equipo.

A veces conviente posicionarse en arrastrar. Pero si lo hago muy a menudo, he de ser consciente de que estoy favoreciendo una huella ambarina.

¿Y si ya está ahí? Las huellas no desaparecen, pero se pueden gestionar. Puedo decidir hacer un primer movimiento, cambiar mi posición de arrastrar  a alguna otra que sea más positiva para mí y para el equipo (ahora tengo varias opciones, a diferencia de la posición empujar):
  • Puedo "encontrar" la huella ambarina haciendo el ejercicio de admitir mi posición, valorar lo logrado y sobre todo definir mis posiciones futuras (es bueno para mí y para mi equipo);
  • Puedo tratarla como si fuera un elemento mágico:  si muevo la varita mágica ocurre "X", luego tengo que ser consciente del poder "mágico" que tengo y responsabilizarme de cómo lo utilizo;
  • Puedo planteármela como un juguete "atrapa-cosillas" (atrapo su atención, su cariño, su conformidad, etc. cosas concretas):  de momento funciona, pero a medio plazo es inoperante;
  •  Puedo adoptar la posición de paleontólogo:  estudiar cómo se elaboró la huella ambarina y qué contiene en su interior. Obtendré información valiosa para modificar mi posición cuando sea aconsejable, y también sobre qué elementos se han incrustado en el equipo: rutinas, desinterés...
  • Puedo posicionarme como un joyero: tomar cuidadosamente el ámbar, estudiarlo, verlo al trasluz, valorar sus incrustaciones, sus formas, sus posibilidades... y hacer un joya en forma de aprendizaje grupal: a partir de ahora, yo me comportaré así ante tales circunstancias y el equipo se comportará de esta otra manera (perfectamente sincronizada y acordada) en dichas circunstancias:  la joya se pule y transforma hasta llegar a ser un objeto precioso representativo del equipo:  nosotros definimos así, hacemos las cosas así, nos comportamos así.... Y recordemos que una joya nos permite diversas combinaciones en función de las circunstancias:  podemos utilizarla como adorno personal, como símbolo, como moneda de cambio, como garantía de futuro...

2 de abril de 2012

Equipos: Huella líquida (I)

Gestión de equipos mirando también al colaborador


Habíamos dicho que en función de la posición que adopte la persona responsable del equipo, el colaborador podía responder de una u otra forma:


Todo lo que el responsable hace, o no hace, o hace fuera de lugar o de tiempo, deja una impronta en el colaborador.  Ser consciente de ello ayuda a reconducir situaciones y a enfocar al equipo hacia la consecución de los objetivos corporativos con el beneplácito de las personas integrantes del equipo.

Empujar  huella pétrea

                       

Cuando el responsable del equipo adopta la posición "Empujar", existen muchas posibilidades de que la persona que recibe este input reaccione guardando en lo más recóndito  de su ser una impresión indeleble. (Indeleble no siempre significa "negativa", aunque es frecuente).   Capas y capas de tierra la han sepultado hasta hacerla invisible e inaccesible, a salvo de huracanes y terremotos.  Está ahí, incólume.

Si hablamos con los arqueólogos de Atapuerca, por ejemplo, nos explican entusiasmados que han encontrado tal o cual huella de 800.000 años de antigüedadOtra cosa curiosa es que estos profesionales no tienen ningún inconveniente en excavar hasta 50 metros de profundidad para encontrar algo mínimamente relevante.
(Por si tienes ganas de curiosear un poquito sobre nuestros ancestros, te dejo aquí un video sobre Atapuerca:  http://youtu.be/ism-ZIAK0v0 )

Antigüedad y profundidad son dos características de una huella pétrea.
Cuando la huella pétrea está ahí, es posible que el comportamiento de la persona ante una situación concreta resulte imprevisible, desconcertante, difícilmente gestionable, inoportuno... (pon todos los calificativos que se te ocurran):  esta persona reacciona de una forma "semiautomática", sin ser plenamente consciente de su reacción, y deja al responsable descolocado o momentáneamente inerme para reconducir la situación.
Este tipo de reacción "semiautomática" tampoco resulta gratificante para la propia persona que la sufre, puesto que tiene la impresión de que no ha conseguido posicionarse adecuadamente, reaccionar más de acuerdo con sus intereses, velar mejor por su propia imagen...  es una situación generalmente desagradable y que se evita siempre que es posible.

Y además repercute en el comportamiento del equipo como tal:  todos hemos visto cómo una sola persona puede cambiar (a mejor o a peor) el comportamiento de las demás personas y, consecuentemente, los resultados del equipo.
¿Qué hacen los arqueólogos para poder acceder a la huella pétrea? Cavar sin desmayo pero con finura y delicadeza.  Cavan todos los metros que haga falta, con todas las herramientas que hagan falta, con todo el tiempo que haga falta, con todo el cuidado que haga falta.
Y finalmente logran su propósito:  exponer la huella pétrea y darle el tratamiento más adecuado para que sea útil a todos:  desde recogerla con cuidado hasta hacerla un bien útil para la humanidad en forma de instrumento educativo.
Para contrarrestar mi anterior posición "empujar",  en ciertas situaciones puedo  escoger ponerme en la posición "arqueólogo".