21 de junio de 2012

Compromiso = 3R


Cada vez con más frecuencia se  menciona la palabra "compromiso" como engrudo imprescindible en las relaciones interpersonales: se espera compromiso por parte de los empleados, los proveedores,  los voluntarios... y de tantos otros colectivos que conforman nuestra sociedad.

¿Notas algo extraño en el planteamiento que acabo de hacer? 

Sí, que menciono tres colectivos (empleados, proveedores, voluntarios) pero no sus respectivos partners. ¿Qué es de un empleado sin su empresa, de un proveedor sin su cliente, de un voluntario sin su ONG? Y, sin embargo, lo habitual es omitirlos.  Es decir, parece que el compromiso tiene que existir sólo en una de las dos partes, la habitualmente mencionada.  Incluso las definiciones de la RAE van en este sentido.

Este planteamiento trasnochado y egoísta no funciona en la actualidad.  Las personas tienen más información, formación y oportunidades, son más adultas y no aceptan planteamientos asimétricos de este tipo. 

Lo que sí es cierto es que sin compromiso las relaciones interpersonales no pueden llegar muy lejos:  tú y yo hemos visto múltiples casos en los que la relación se ha deteriorado - o roto - por falta de compromiso.  Y aunque es un fenómeno que ocurre en cualquier ámbito de la vida, ahora me refiero al contexto profesional.

Necesitamos que las personas se comprometan en su ámbito profesional porque nos hemos dado cuenta de que sin este "engrudo" los resultados son pobres:  baja la productividad, baja la calidad, baja la creatividad... y bajan los resultados. Así que vamos a fabricar engrudo profesional.

Engrudo casero
En la receta del engrudo casero que puedes ver clicando en el pie de la foto notarás que se necesitan tres ingredientes, las tres aes:  agua, azúcar y harina (permíteme la licencia, me aprovecho de que la hache es muda).

El engrudo casero necesita tres aes.  E = 3A.


El engrudo profesional o compromiso necesita tres erres: 
Respeto, reconocimiento y referencia. C = 3R.

Respeto: Es muy fácil de enunciar, pero algo más difícil de practicar. Respetar a una persona es tener en consideración lo que dice y hace mirándola como lo que es, una persona.  A menudo tomamos la parte por el todo, dando por sentado que el rol que representa en una relación (por ejemplo, empleado respecto al jefe) la define como persona.  Y si sólo nos relacionamos con ella en tanto que empleado ejecutando órdenes estamos excluyendo de la relación toda una riqueza cognitiva, experiencial y emocional que la persona guarda para sí en lugar de aportarla a la relación.  Nosotros definimos cómo hemos de relacionarnos y luego nos extrañamos de la pobreza de las aportaciones recibidas.
Tratar a las personas con respeto  es algo complejo  y está relacionado con el concepto de "huella líquida" expuesto en entradas anteriores.

Reconocimiento:  Me encanta la frase "píllales haciendo algo bien", aunque desafortunadamente no recuerdo el autor. Está demostrado que agradecer algo bien hecho (algo objetivo, que se pueda comprobar)  provoca sentimientos positivos y predisposición hacia comportamientos más eficientes. Ya sabes que el comportamiento cambia el sentimiento y el sentimiento cambia el pensamiento. Y ello ocurre porque la persona que se ha sentido reconocida entiende que se le está mirando precisamente como persona, alguien que pone lo mejor de sí para obtener los mejores resultados.  No se limita a ejecutar una tarea, sino que aporta lo mejor de sí y obtiene a cambio la mirada apreciativa del interlocutor.  Demos las gracias no sólo con palabras, sino dibujando oportunidades para que esa persona pueda expresarse en toda su riqueza...


Hacer un marco de plastilina
Referencia: un marco de referencia es vital para que una persona comprenda qué es plausible y qué no deseable en su entorno profesional. Lo que puede ser perfecto en un contexto o situación puede resultar desastroso en otra oportunidad. Todos necesitamos saber "qué terreno pisamos" para sentirnos seguros.  Necesitamos saber cuáles son los principios rectores que no pueden transgredirse y hasta dónde se puede llegar.  Muchas organizaciones consideran solventado el asunto con la redacción de la misión, la visión y los valores. Es condición necesaria pero no suficiente, porque lo verdaderamente importante es que esos conceptos difusos se plasmen en el día a día, a través de los juicios que hacemos sobre los comportamientos de las personas de nuestro entorno. Y que faciliten a la persona un marco de plastilina capaz de permitir cierto juego en función de las aportaciones y la creatividad de la persona, no un marco de cemento que constriña.

Te dejo aquí una reflexión de Lao Tse que me encanta:

El hombre nace blando y flexible.  A su muerte está endurecido y rígido.
Las plantas verdes son tiernas y llenas de savia.  A su muerte están marchitas y secas.
Por eso, lo rígido y no flexible es la disciplina de la muerte.  Por eso, un ejército sin flexibilidad nunca gana la batalla.
Lo rígido y endurecido se caerá.
Lo blando y flexible sobrevivirá. 

Y una cita del gran Tagore:

Cuando iba de aquí para allá, sin llegar a ningún sitio, estaba cansado de ti, camino;  pero ahora que me llevas a todas partes me siento tu enamorado.

11 de mayo de 2012

Un problemilla de comunicación

En Palo Alto no montan el belén

La Escuela de Palo Alto, como seguramente sabes, está especializada en comunicación humana. Una de las ideas que baraja es que el emisor debe poner especial cuidado en que la comunicación funcione. ( Si quieres  repasar un poco, te dejo aquí un enlace de Wikipedia, es un resumen bastante bueno.


A veces lo hacemos muy bien y  otras veces nos pasan cosas como ésta:



Un niño pequeño no puede atenerse a los esquemas de Palo Alto, obviamente, pero nosotros nos comportamos a veces como niños con nuestro equipo:  dando instrucciones, respondiendo a sus preguntas, aclarando dudas, definiendo objetivos, solicitando implicación... damos por hecho que nos hemos explicado bien y / o nos han comprendido bien.

Y después nos extrañamos de que alguna persona del equipo aparezca "vestida de castor".

Es una situación que vista de lejos puede resultar jocosa, pero que si la estamos viviendo nos crea tensión a nosotros y a las personas de nuestro equipo.  Eso sin contar los costes (directos e indirectos) de tener que repetir un proceso, desechar material inutilizado,  alargar los plazos de entrega,  atender una reclamación, hacer frente a la desmotivación del equipo, dar mal ejemplo,  soportar el enfado del CEO.... y un largo etcétera que seguro que tú puedes completar.

Bueno, pues intentaré evitar todo eso preguntando: "¿Me has entendido?" Es una pregunta muy sencilla y fácil de formular, pero habitualmente no nos da el resultado apetecido:  lo normal es que me respondan con un "sí" lacónico que no me saca de dudas: es muy posible que haya entendido, pero de acuerdo con sus esquemas... que no conozco (o conozco sólo en parte:  mira el vídeo "al abuelo le han regalado un Ipad"):

              


Me interesa, por el contrario, que los dos hayamos entendido lo mismo dentro de un esquema común:  que ambos estemos hablando de lo mismo.  Es un buen primer paso para llegar a un compromiso.

En lugar de hacerle una pregunta sencilla que conlleve una respuesta automática, puedo intentar que me explique lo que ha captado de mi intervención.  Una pregunta tipo "¿Quisieras resumirme qué he planteado? Me ayudarías a repasar si me he dejado algo importante" o algo parecido es un planteamiento que me suele funcionar frecuentemente.

El enfoque pretende:
  • Que mi interlocutor utilice sus propias palabras, lo que significa necesariamente que haya procesado lo que yo le he dicho;
  • Que viva el diálogo como eso, como un diálogo, no como un enfoque unidireccional por mi parte;  el interlocutor tiene ocasión de participar activamente; (paso importante para que comience a poner interés);
  •  Evitar malas interpretaciones por parte de mi interlocutor;  no le estoy diciendo "eres tonto, no has entendido y no me fío", sino "ayúdame a explicarlo mejor".  A pesar de que mensajes de este tipo son muy sutiles, son tan poderosos que pueden fortalecer o arruinar la comunicación en un instante.
Me gustaría mucho saber qué tipo de preguntas exitosas haces a las personas de tu equipo, ¿te animas a compartir?

2 de mayo de 2012

Equipos, huella líquida (resumen)

Bajo el epígrafe general de huella líquida he colgado hasta ahora un post sobre diferentes posiciones que puede adoptar el líder y tres entradas más sobre las consecuencias que cada posición provoca en el colaborador.

Me he dado cuenta de que en el caso de querer recoger más adelante alguna de las ideas trabajadas sería necesario volver a leer un montón de renglones, así que he pensado no estaría mal resumirlo.

Me gustan las chuletas.  Me ayudan a recordar rápidamente un montón de ideas, son fáciles de utilizar, fáciles de guardar, fáciles de desechar... La RAE dice que el término "chuleta" es propio de estudiantes,
http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=chuleta
pero, ¿quién no ha utilizado nunca una, y además en diferentes contextos?

Pues eso, que he hecho una chuleta.  Te la dejo aquí.  Si decides probarla, ya me dirás qué te ha parecido el guiso.



24 de abril de 2012

Equipos: huella líquida (y III)

Inspirar  huella líquida


             

El agua es uno de los elementos básicos para que exista vida.  Y no sirve de cualquier manera:  si hay poca las plantas se agostan, los animales languidecen y la vida en su conjunto se marchita o desaparece.  Si hay excesiva, los cauces se desbordan, la tierra fértil es arrastrada, las plantas  son arrancadas, los animales perecen... la vida se extingue.

En cambio, si el agua que fertiliza un campo es la adecuada, facilita que las plantas crezcan sanas y robustas;  ello da pie a que los animales también tengan su oportunidad, y el conjunto del ecosistema es saludable y generador de más vida.


Cuando el agua se posa en la tierra suavemente, como una huella, va humedeciéndola, sin inundar, hasta que cala lo suficiente como para provocar el nacimiento de la vida: germina las semillas, facilita el acceso a sustancias nutritivas, ayuda a crecer, a salir de la oscuridad y dirigirse hacia arriba, hacia la luz. Cuando la planta ya ha conseguido todo eso, el agua suave sigue dejando su huella líquida y la planta puede seguir creciendo.

Ya sabemos que cuando asumo el rol de responsable de equipo dejo huella en las personas de dicho equipo, haga lo que haga (incluso lo que no haga). 

Hablemos, pues,  de un tipo de huella que no precisa rectificación por mi parte: la huella líquida.

Cuando digo huella líquida me refiero al agua que puedo dejar cuando tengo el pie mojado y piso sobre tierra blanda: las gotas toman la forma del pie (permiten que se reconozca la autoría de la pisada), pero rápidamente son absorbidas por la tierra. No vemos exactamente qué hace el agua en su interior, pero sí vemos los resultados.


Lo primero que necesito es mojarme el pie:  decidir cuánta agua y de qué tipo es necesaria para dejar la huella líquida.  Puedo necesitar más o menos agua en función del grado de crecimiento del equipo, de la dificultad del proyecto, del momento vital de las personas del equipo... (completa los puntos suspensivos con tus propias experiencias).

También necesito analizar previamente qué elementos debe llevar incorporada el agua:  puede ser más  o menos dura, más o menos alcalina, más o menos oxigenada, más o menos sulfurosa... son variables que valoro en función de los requisitos comentados anteriormente.

Y por último, hago un ejercicio de reflexión para asumir alegremente que mi huella líquida será reconocida durante unos momentos y pasará enseguida a formar parte del entorno, difuminándose mi autoría... por ahora. 

Cuando yo dejo una huella líquida en las personas del equipo, esa huella es rápidamente reconocida por ellas:  saben cuál es su procedencia y cómo la pueden utilizar para ir creciendo. 

A medida que se van desarrollando, necesitan que la huella líquida sea más y más espaciada, para tener ocasión de buscar por sí mismas el agua y los nutrientes que necesitan.  Hasta que llega un momento en que estas personas / este equipo tienen capacidad y motivación suficientes como para buscar por sí mismas todo lo necesario.  Y no sólo en las inmediaciones conocidas, sino también en nuevos entornos:  alargan las raíces y las ramas cuanto sea preciso para asegurarse la supervivencia y el crecimiento tomando otros lugares hasta ahora desconocidos.

Cuando hayan llegado al grado de madurez deseable recordarán aquella entrañable huella líquida que les permitió los primeros pasos (lo cual es muy gratificante para mí) e incorporarán en su modus operandi la aplicación de huellas líquidas a sus propios equipos (lo que es gratificante para ellas, para los futuros equipos y para la organización en su conjunto).


                                   

12 de abril de 2012

Equipos: Huella líquida (II)

Gestión de equipos mirando también al colaborador



Arrastrar  Huella ambarina

         

Los árboles producen resina como una protección contra enfermedades y peligros varios. Esta resina, fosilizada, se presenta en forma de "piedra" preciosa llamada ámbar.  Es muy frecuente que el ámbar contenga inclusiones en forma de burbujas de aire, gotas de agua, plantas, pequeños animales...
En la antigüedad se creía que el ámbar tenía propiedades mágicas, y los griegos descubrieron sus propiedades eléctricas. (¡Qué bien funciona Wikipedia!).

A diferencia de la piedra, el ámbar no está a metros de profundidad, sino que se encuentra en la naturaleza de forma relativamente sencilla, a cielo abierto o incluso flotando en el mar.

También a diferencia de la piedra, el ámbar no conserva una huella, sino un ser  no deshidratado y en perfecta forma.  Los paleontólogos obtienen preciosa información paleoambiental de las inclusiones del ámbar.

Una tercera diferencia respecto a la piedra, es que el ámbar puede trabajarse como si fuera una piedra preciosa:  hoy en día se fabrica una numerosa gama de joyas en diferentes países del mundo.      

Así pues, podemos decir que el ámbar puede ser visto como:

  • Algo relativamente fácil de encontrar;
  • Un elemento mágico;
  • Un juguete para atraer pequeñas partículas;
  • Una rica fuente de datos sobre ecosistemas antiguos;
  • Materia prima para joyería.
En cualquier caso, es algo ligero, transportable y modificable.  Algo hemos ganado respecto a la piedra.

Si yo soy responsable de un equipo y adopto la posición "arrastrar", la huella que estoy dejando en la persona /  el equipo es como el ámbar:  algo que incrusto pero que queda prácticamente en el superficie y que además se puede modificar. 

El colaborador (y el equipo) retiene en sí información sobre mis comportamientos y poco a poco va elaborando los suyos alrededor de aquéllo que ha percibido e interiorizado.  Si yo arrastro habitualmente, la huella que voy dejando va tomando forma de algo tangible ("aquí se hacen las cosas así", "si el jefe hace 'A', a mí me toca hacer 'B'", 'Para qué voy a esforzarme si ya lo hace el jefe", "el jefe no permitiría que yo lo hiciera, quiere hacerlo él", etc.)  y se va recubriendo hasta quedar incluida en la cotidianidad formando parte de la cultura del equipo.

A veces conviente posicionarse en arrastrar. Pero si lo hago muy a menudo, he de ser consciente de que estoy favoreciendo una huella ambarina.

¿Y si ya está ahí? Las huellas no desaparecen, pero se pueden gestionar. Puedo decidir hacer un primer movimiento, cambiar mi posición de arrastrar  a alguna otra que sea más positiva para mí y para el equipo (ahora tengo varias opciones, a diferencia de la posición empujar):
  • Puedo "encontrar" la huella ambarina haciendo el ejercicio de admitir mi posición, valorar lo logrado y sobre todo definir mis posiciones futuras (es bueno para mí y para mi equipo);
  • Puedo tratarla como si fuera un elemento mágico:  si muevo la varita mágica ocurre "X", luego tengo que ser consciente del poder "mágico" que tengo y responsabilizarme de cómo lo utilizo;
  • Puedo planteármela como un juguete "atrapa-cosillas" (atrapo su atención, su cariño, su conformidad, etc. cosas concretas):  de momento funciona, pero a medio plazo es inoperante;
  •  Puedo adoptar la posición de paleontólogo:  estudiar cómo se elaboró la huella ambarina y qué contiene en su interior. Obtendré información valiosa para modificar mi posición cuando sea aconsejable, y también sobre qué elementos se han incrustado en el equipo: rutinas, desinterés...
  • Puedo posicionarme como un joyero: tomar cuidadosamente el ámbar, estudiarlo, verlo al trasluz, valorar sus incrustaciones, sus formas, sus posibilidades... y hacer un joya en forma de aprendizaje grupal: a partir de ahora, yo me comportaré así ante tales circunstancias y el equipo se comportará de esta otra manera (perfectamente sincronizada y acordada) en dichas circunstancias:  la joya se pule y transforma hasta llegar a ser un objeto precioso representativo del equipo:  nosotros definimos así, hacemos las cosas así, nos comportamos así.... Y recordemos que una joya nos permite diversas combinaciones en función de las circunstancias:  podemos utilizarla como adorno personal, como símbolo, como moneda de cambio, como garantía de futuro...

2 de abril de 2012

Equipos: Huella líquida (I)

Gestión de equipos mirando también al colaborador


Habíamos dicho que en función de la posición que adopte la persona responsable del equipo, el colaborador podía responder de una u otra forma:


Todo lo que el responsable hace, o no hace, o hace fuera de lugar o de tiempo, deja una impronta en el colaborador.  Ser consciente de ello ayuda a reconducir situaciones y a enfocar al equipo hacia la consecución de los objetivos corporativos con el beneplácito de las personas integrantes del equipo.

Empujar  huella pétrea

                       

Cuando el responsable del equipo adopta la posición "Empujar", existen muchas posibilidades de que la persona que recibe este input reaccione guardando en lo más recóndito  de su ser una impresión indeleble. (Indeleble no siempre significa "negativa", aunque es frecuente).   Capas y capas de tierra la han sepultado hasta hacerla invisible e inaccesible, a salvo de huracanes y terremotos.  Está ahí, incólume.

Si hablamos con los arqueólogos de Atapuerca, por ejemplo, nos explican entusiasmados que han encontrado tal o cual huella de 800.000 años de antigüedadOtra cosa curiosa es que estos profesionales no tienen ningún inconveniente en excavar hasta 50 metros de profundidad para encontrar algo mínimamente relevante.
(Por si tienes ganas de curiosear un poquito sobre nuestros ancestros, te dejo aquí un video sobre Atapuerca:  http://youtu.be/ism-ZIAK0v0 )

Antigüedad y profundidad son dos características de una huella pétrea.
Cuando la huella pétrea está ahí, es posible que el comportamiento de la persona ante una situación concreta resulte imprevisible, desconcertante, difícilmente gestionable, inoportuno... (pon todos los calificativos que se te ocurran):  esta persona reacciona de una forma "semiautomática", sin ser plenamente consciente de su reacción, y deja al responsable descolocado o momentáneamente inerme para reconducir la situación.
Este tipo de reacción "semiautomática" tampoco resulta gratificante para la propia persona que la sufre, puesto que tiene la impresión de que no ha conseguido posicionarse adecuadamente, reaccionar más de acuerdo con sus intereses, velar mejor por su propia imagen...  es una situación generalmente desagradable y que se evita siempre que es posible.

Y además repercute en el comportamiento del equipo como tal:  todos hemos visto cómo una sola persona puede cambiar (a mejor o a peor) el comportamiento de las demás personas y, consecuentemente, los resultados del equipo.
¿Qué hacen los arqueólogos para poder acceder a la huella pétrea? Cavar sin desmayo pero con finura y delicadeza.  Cavan todos los metros que haga falta, con todas las herramientas que hagan falta, con todo el tiempo que haga falta, con todo el cuidado que haga falta.
Y finalmente logran su propósito:  exponer la huella pétrea y darle el tratamiento más adecuado para que sea útil a todos:  desde recogerla con cuidado hasta hacerla un bien útil para la humanidad en forma de instrumento educativo.
Para contrarrestar mi anterior posición "empujar",  en ciertas situaciones puedo  escoger ponerme en la posición "arqueólogo".

24 de marzo de 2012

Bach, un felino y una receta de cocina

Divertimento de finde



Sabes que los buenos cocineros leen una receta de cocina, piensan un poco y después deciden modificarla / mejorarla en función básicamente de dos factores: los recursos existentes en la despensa y su propia creatividad.

Te dejo mi receta de cocina para empezar el día con las pilas puestas:

Esta receta se elabora en la cama, antes de levantarse:

  1. Permite que el gato se suba a tu cama;  cógelo (agárralo para nuestros amigos americanos) y ponlo bien pegadito a tu cuerpo; espera unos segundos a que se coloque cómodamente y disfruta de su calorcito, su suavidad, su buen olor y su ronroneo.  Deja que la mezcla haga chup chup dos minutos.
  2. Ponte el MP4 y escucha un concierto de Brandenburgo que sea un tanto marchosillo, por ejemplo el número 5; (No te pongo aquí el enlace por si la SGAE, pero es muy fácil de encontrar).  Deja que cueza unos pocos minutos;
  3. Estírate a conciencia varias veces, con bostezos incluidos. (1 minuto).
El procedimiento - digo, receta - debe seguirse en este orden.

Ya está.  Disfruta de tu día.

23 de marzo de 2012

Huella líquida (el trailer)

En la entrada anterior hablabla de tres posiciones habituales de un líder respecto a su equipo de trabajo:  empujar, arrastrar e inspirar.
Ahora me referiré a ese mismo equipo, pero visto desde la óptica del colaborador.  (Y lo haré en tres entradas, siguiendo los buenos consejos que he recibido respecto a la longitud de los post :-))

Cada vez que el responsable de un equipo empuja, arrastra o inspira (o no lo hace, o no lo hace cuando debería) deja una huella en el colaborador.  Y vamos a reflexionar brevemente sobre estas huellas.

En esencia, vamos a decir que se producen los siguientes fenómenos:



¿Te gusta el planteamiento? Si la respuesta es sí, no te pierdas la próxima entrada, "Empujar ---> huella pétrea"

15 de marzo de 2012

Equipos: empujar, arrastrar, inspirar

El otro día comía con un cliente mientras charlábamos de nuestras cosas, y en un momento determinado me dijo: “hay que ver lo que cansa tener que estar siempre empujando al equipo para conseguir que se hagan las cosas”.
Fue una frase que se me quedó insertada al bies, apareciendo en mi consciente de forma intermitente.  Y finalmente descubrí por qué me impactó: resumía toda una filosofía sobre el arte de gestionar equipos.  Es uno de los muchos regalos que nos hacen con frecuencia los clientes.
Cuando se tiene entre las manos un regalo así resulta muy fácil seguir esa línea  de pensamiento, que yo concreté en tres fases: empujar, arrastrar, inspirar.

Empujar




Cuando una persona se encuentra por primera vez ante la responsabilidad de gestionar un equipo, es probable que adopte mentalmente la posición “empujar”. 

Cuando yo empujo, aplico mi fuerza en un punto concreto  sobre el elemento que quiero desplazar.
  
 




Si el objeto es pequeño puede resultar un enfoque adecuado, al menos en un momento dado;  ahora bien, si el objeto es grande, o yo no tengo suficiente fuerza, o no tengo suficiente espacio para realizar los movimientos adecuados, o no he comido suficiente….  El resultado será penoso.  Y no sólo eso, sino que es muy probable que llegue a lesionarme.

Si me empeño en “empujar” a una persona o un equipo es muy probable que el resultado sea similar. 
Entiendo por “empujar” a una persona o equipo aquellos comportamientos que pretenden conseguir que una persona se mueva aun en contra de su voluntad, y generalmente van acompañados de frases como “venga, date prisa”, “tienes que hacer esto y esto”, “ven a echarme una mano, no seas vago”, “parece mentira, todavía sin acabar”, “no sé qué esperas,  todo lo tengo que hacer yo”, “¿pero es que no lo ves?”, "hazlo y punto, para eso te pago" y muchas otras que seguramente todos conocemos (y usamos en algunas ocasiones, seamos sinceros).
Si la persona o el equipo es grande (tiene recursos) no podré moverlo y además corro el riesgo de lesionarme: puedo comenzar a tener monólogos internos del tipo “no soy capaz”, “no puedo”, “esto es imposible para mí”, etc. Me estoy penalizando y castigando, con el resultado probable de bajar mi autoestima y mis ganas de seguir intentándolo: íntimamente me doy por vencida aunque no lo acepte delante de otras personas y además me encuentro sin energías para otros proyectos.
También me puede ocurrir que los monólogos internos giren alrededor de ideas como “hay que ver, qué trozo de mueble me han colocado, se creen que soy Superman”, “está visto que éstos piensan que hay que hacer de todo aunque uno se deje el pellejo en el intento”, “pues tampoco me pagan para tanto, qué se han creído”, etc.  Si es así y lo estoy viviendo como una agresión que me hacen los otros,  cabe la posibilidad de que mi irritación vaya en aumento y comience a tomar ojeriza a mis superiores, colegas, subordinados…,  y a comenzar una bonita colección de piedras en el estómago, la vesícula o el hígado.  (Claro que puedo elegir entre diferentes colecciones: migrañas, lumbalgias, úlceras… hay un precioso surtido en la tienda).
Además de estos monólogos internos que atentan contra mi bienestar, la posición “empujar” tiene otra consecuencia negativa para mí: al igual que el objeto del vídeo, la persona /equipo se comporta como un peso muerto que sólo puede reaccionar si yo aplico la fuerza suficiente, es decir, estoy obligada a aplicar fuerza siempre que se necesite movimiento. Y dejará de moverse en cuanto yo deje de aplicar fuerza. Agotador. Sólo de pensarlo se me quitan las ganas de intentarlo… y me quedo sin fuerzas también para otros proyectos.

Y como colofón, después de tantos esfuerzos por mi parte no podré garantizar cuál será el resultado final: mis empujones provocan movimientos descontrolados por parte del elemento, así que vaya usted a saber a dónde podremos ir a parar. En cualquier caso, difícilmente podré garantizar la arribada a un destino predeterminado. Vamos, que los objetivos se van a convertir en objequé?

Es decir, en principio no parece muy aconsejable la posición “empujar”. Puede haber excepciones, claro está: cuando todavía no he tenido oportunidad de aprender otras soluciones, cuando es un acto aislado, cuando el contexto no es importante, cuando las circunstancias no me permiten elegir… Podríamos decir que esta posición no resulta idónea en situaciones en las que yo tenga que gestionar una persona / equipo como parte de mis responsabilidades, es decir, de forma continua y con el objetivo de conseguir resultados adecuados.

Arrastrar

La posición “empujar” exige que yo me ponga detrás. Es decir, el elemento a empujar tiene otra característica no mencionada hasta ahora: me impide ver qué tengo delante del elemento.

Bueno, pues tiene fácil solución: me pongo delante del elemento. Así pues, mi posición será “arrastrar”.

Al menos he ganado algo respecto a la situación anterior: puedo ver posibles obstáculos y posibles oportunidades delante de mí. Puedo diseñar mi trayectoria teniendo en cuenta dónde quiero llegar y con qué variables me puedo encontrar durante el trayecto. Es estupendo, porque empujando no tenía ninguna perspectiva, estaba a merced de los movimientos descontrolados del elemento que yo empujaba.

“Arrastrar” también presenta otra ventaja: una vez se ha conseguido cierta inercia, la cosa marcha sin grandes esfuerzos por mi parte, al menos cuesta abajo / en situaciones placenteras.

En el programa “Callejeros”, de la 4, número 38 temporada 4, titulado “Tokio tiene un precio”, vemos cómo un laborioso japonés (conocido como kuruma-ya, el hombre que tira del carro) conduce su jinrikisha:

         
Yo he visto lo siguiente:
     
  1. El kuruma-ya espera al cliente, previa preparación física. Aquí ya nos hemos encontrado con una novedad: el responsable del equipo se ha preocupado de conseguir las habilidades /aptitudes necesarias para liderar el equipo, lo que seguramente favorecerá la consecución de los resultados. Además, no elige él al equipo, sino que está a disposición de, esperando a sus clientes. De una u otra forma, podemos presumir cierta autonomía por parte del equipo.
  2. El kuruma-ya dialoga con los clientes, acuerda las condiciones y explica la ruta a seguir.Es decir, se preocupa de dibujar un marco de actuación para llegar a acuerdos y evitar malos entendidos. Es una buena medida para que todos los miembros del equipo (incluido el responsable) sepan qué han de aportar y qué se espera de ellos. Es lo que comúnmente llamamos contrato psicológico y que resulta de gran ayuda para que el equipo funcione adecuadamente.
  3. El kuruma-ya coloca un taburete ante el carro para que suban los clientes. Vemos un paso más por parte del responsable: comienza la relación poniendo de su parte para que el equipo vislumbre una ruta agradable, sin grandes esfuerzos. Puede ser un arma de doble filo: si bien predispone a su favor a los miembros del equipo, también incluye un mensaje subyacente parecido a “yo proveeré, no os preocupéis, no os esforcéis”.
  4. El kuruma-ya hace el esfuerzo inicial. El jinrikisha avanza con sus clientes a bordo y el kuruma-ya comienza su esfuerzo. Su preparación previa le permite arrastrar la carga, mientras los clientes disfrutan. ¿Cuántas veces hemos visto a un responsable de equipo hacer él solito el trabajo mientras los demás se inhiben alegremente o se ocupan de sus cosas?
  5. El kuruma-ya se vuelve para hablar con los clientes y saber cómo están viviendo el viaje.   En eso también hemos avanzado, ahora vemos cómo el responsable se interesa por las vivencias del equipo. Pero como no puede interrumpir el paseo, sigue caminando hacia atrás y girando la cabeza cada vez que necesita asegurarse de no encontrar obstáculos. El responsable del equipo no sabe qué está pasando con su equipo, pero no puede parar (la producción, el proyecto, la tarea…) y ha de hacer esfuerzos extra para atender simultáneamente ambas variables.
  6. El kuruma-ya decide parar por un momento.  Ya no puede continuar desligado de lo que ocurre a sus espaldas y decide parar un momento a sabiendas de que después ha de reiniciar el paseo. Se ve claramente el esfuerzo extra que le supone arrancar de nuevo, mientras los clientes ni siquiera se percatan de esta nueva aportación. ¿Cuántas veces hemos visto a un responsable de equipo en situaciones parecidas?
  7. El kuruma-ya llega a una calle más empinaday ha de hacer un esfuerzo extra. Los clientes bromean y el kuruma-ya suda. ¿Verdad que esta situación resulta familiar? “Para eso le pagan”, “para eso es el jefe”, “que se lo curre, yo estoy muy bien aquí sentado”, “……..” (pon lo que hayas oído últimamente).
  8. El kuruma-ya ha terminado su trabajo y dialoga amablemente con los clientes.
    Los clientes hacen bromas sobre la ropa empapada de sudor del kuruma-ya. Es una escena relativamente familiar, ¿verdad? Y consecuencia lógica de la fase anterior: él trabaja, yo me río. 
La posición “arrastrar” tiene indudables ventajas respecto a la anterior de “empujar”: exige preparación, se puede definir el objetivo y planificar las acciones, se tiene conciencia de las dificultades del camino, se acepta que existen otras personas en el mismo proyecto, se dialoga con ellas y además se llega a la meta que se acordó conjuntamente.

Puede ser una posición aceptable cuando de momento no se sabe más, si se está en la fase de adecuación al equipo (con reservas), si las personas del equipo desconocen la tarea y el plazo de entrega es muy corto, cuando la cultura de la organización no permite otra cosa y no se puede contar con más alternativas…

La parte menos agradable de esta posición es que supone un esfuerzo hercúleo por parte del responsable y una vida regalada para los demás miembros del equipo.

A medio plazo es una situación demoledora, porque el responsable terminará por agotarse y será incapaz de conseguir los objetivos prefijados, con las consecuencias por todos conocidas de baja eficiencia, baja motivación, baja implicación, sufrimiento personal…

Por su parte, el equipo vivirá muy feliz una primera etapa, congratulándose de su buena suerte por tener un jefe tan currante. No obstante, a medio plazo estas personas comenzarán a sentirse incómodas por la inactividad o la falta de oportunidades para intervenir en el proceso y corresponsabilizarse del éxito: es muy probable que hayamos conseguido un grupo de los que dejan las neuronas en la calle al entrar y las recogen al salir del trabajo: resultados pobres garantizados, tanto para la empresa como para los propios integrantes del grupo.


Inspirar




Hemos visto que la posición “empujar” se caracteriza por la presencia de un elemento rígido al que hemos de aplicar toda nuestra fuerza; la posición “arrastrar”, en cambio, permite más movilidad y más precisión, aplicando nuestra fuerza de forma más estudiada y efectiva.

En ambos casos estamos hablando de fuerza.

¿Y si adoptáramos una posición de no fuerza?

     

¿Dónde está el responsable? ¿Se puede distinguir entre el conjunto de personas que conforman el equipo? ¿Es posible que ni siquiera esté ahí, físicamente, con los miembros del equipo?

En la posición “inspirar” no se descubre enseguida al responsable del equipo. Es más, a diferencia de las posiciones anteriores, es frecuente que no esté físicamente con el equipo: el equipo puede tener diferentes horarios, diferente ubicación física, diferentes ritmos de trabajo, etc., etc.

¿Se ha aplicado la fuerza en esta situación? No parece evidente, es posible que no haya sido necesario. Lo que sí se ve enseguida es que el equipo funciona de una forma coordinada, las personas están activas y tienen claro qué han de conseguir entre todas. Cada una es consciente de que su posición dentro del equipo ayuda a conseguir el objetivo conjunto, es parte indispensable para lograrlo.

Si los miembros del equipo han entendido que son corresponsables respecto a la consecución de los objetivos acordados, el papel del responsable pasa aparentemente a un segundo plano: se han potenciado las capacidades y habilidades de todas las personas del equipo, se ha conseguido que todas comprendan la utilidad de sus aportaciones y que vivan el proceso como algo "que aporta valor", que cada persona aporta valor.

En este caso, el trabajo del responsable del equipo ha sido previo: se ha ocupado previamente de seleccionar a las personas adecuadas (cuando es posible), de ofrecerles oportunidades de mejorar / actualizar sus conocimientos y habilidades... y sobre todo, de ir favoreciendo el proceso de interiorización de cada persona respecto al papel que juega, lo que se espera de ella y la posición proactiva de aportar para mejorar de forma continua. Normalmente, el resultado es espectacular.

Así, el responsable del equipo se convierte en inspirador de dicho equipo. Su trabajo previo facilita que su presencia pase inadvertida durante el proceso, incluso puede que no sea necesaria. Lo es, y mucho, después de acabado el proceso: para reconocer el trabajo bien hecho. El reconocimiento objetivo y concreto es una de las palancas imprescindibles para adoptar la posición impulsar.

Como última reflexión, se me ocurre que la posición "inspirar" no puede adoptarse en cualquier situación: exige un clima determinado en la organización y una sólida formación en liderazgo por parte del responsable. También exige planteamientos a medio plazo (para mañana es imposible que funcione) y un alto grado de coherencia en los comportamientos del responsable del equipo... y en los valores corporativos.

29 de febrero de 2012

Nuestro primer contacto


"El secreto de la vida es la honestidad y el juego limpio.  Si puedes simular eso, lo has conseguido".  Groucho Marx.

Me gusta Groucho Marx, y espero que a ti también.  Y me gusta su frase, con la salvedad - obviamente- de que no procuro simularlo, sino lograrlo.  Creo firmemente que cualquier persona honesta y con juego limpio puede conseguir una red de relaciones personales y profesionales altamente gratificante.   Y que es la base de cualquier buen profesional.

Y en este contexto personal / profesional (a veces difícil de deslindar) abro con ilusión este espacio de reflexión para compartir contigo mis experiencias, reflexiones, éxitos y fracasos, porque hago mía la frase de Kant "el sabio puede cambiar de opinión, el necio, nunca".  Por supuesto que no soy sabia, pero aspiro a serlo cuando llegue a viejecita;  estoy trabajándome el camino  y cuento con tus aportaciones.

Y, finalmente, dejo aquí una frase de Albert Camus que espero compartas conmigo:  "No camines delante de mí, puede que no te siga.  No camines detrás de mí, puede que no te guíe.  Camina junto a mí y sé mi amigo."

Hasta pronto, amig@