2 de febrero de 2024

¿Lo necesito?

 Permíteme que ponga un sencillo ejemplo de un comportamiento concreto que nos sirva para reflexionar sobre nuestro modo de vida:

Imagen: Leonardo AI
Tal como acostumbro a hacer cuando tengo un rato libre entre sesiones de trabajo en una ciudad cualquiera, el otro día entré en un establecimiento especializado en maquillaje de uñas. Es una forma sencilla, cómoda y estética de hacer tiempo sin patear las calles ruidosas ni tomar otro café más a lo largo del día 😊

Y mientras la empleada hacía su trabajo yo curioseaba el local:  muy amplio, con varios puestos de trabajo, mucha iluminación artificial, muchííííííísimos frasquitos de esmalte de todos los colores posibles, máquinas para esterilizar las herramientas de trabajo, para secar las uñas pintadas, para mantener cálido el local…

Como el protagonismo lo tenía obviamente el  esmalte, he estado curioseando un poco para enterarme de su composición.

 Estamos hablando de PFAS (perfluoro alquilos y polifluoroaquilos), así como otros ingredientes presentes en la pintura de los automóviles (el trío tóxico:  ftalato de dibutilo, tolueno y formaldehido).  Sé que existen también esmaltes “ecológicos”, pero son muy difíciles de encontrar y además no hay garantías de que realmente son lo que dicen ser.

He leído que Nueva Zelanda prohibirá los “químicos de siempre” en productos de belleza, y que la EPA de USA considera que el esmalte de uñas es un desecho doméstico peligroso.

Además, existe el riesgo de que su uso habitual provoque cánceres, problemas hormonales e intestinales, y el uso de secadores de uñas de luz ultravioleta pueden dañar el ADN.

En líneas generales, podríamos decir que este hábito conlleva:

  • Posibles riesgos para la salud humana;
  • Necesidad de grandes cantidades de agua para su fabricación;
  • Cantidad de recipientes de usar y tirar;
  • Contaminación por parte de los laboratorios que elaboran los productos;
  • Contaminación por el transporte desde los laboratorios a los establecimientos que los utilizan;
  • Contaminación del entorno al desembarazarse del esmalte;
  • Gasto de energía, agua, químicos para limpieza, etc., etc., de cada local;
  • Degradación del medio ambiente.

Y todos esos desastres tienen como finalidad que yo me vea bonitas las uñas unos pocos días.

¿De verdad necesitamos tantas y tantas cosas que no nos benefician y en cambio están ocasionando diversos males al Planeta?  ¿Por qué nos hemos ido olvidando de vivir una vida sencilla, evitando tanta sofisticación inútil y dañina? ¿Por qué las personas urbanitas nos consideramos con derecho a polucionar y esquilmar los recursos finitos cuando a la vez hay tantas personas en entornos rurales y en países sobreexplotados que tienen problemas para garantizarse una vida digna? ¿Por qué olvidamos tan a menudo que solo somos uno más de los animales que conviven en una tierra común?

¿De verdad lo necesito?

4 comentarios:

  1. David Terron Pla2/2/24

    Que interesante reflexión Edita. Gracias por compartir. Estoy seguro que la nueva era pasa por esto justamente, que seamos capaces de necesitar menos cosas sin sentir ningún tipo de complejo. Y que los avances que la humanidad ha creado no sean la causa de su decadencia.

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    1. Edita Olaizola2/2/24

      Muy agradecida, David :)

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  2. Joaquim B.M.26/3/24

    Me ha gustado por directo y sencillo. Pero una verdad como un templo, mientras, muchos aun se cuestionan el contenido de las vacunas

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    1. Edita Olaizola26/3/24

      Cuánta razón tienes, Joaquim, estamos en una sociedad algo confundida... Muchas gracias por leer mi artículo

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