https://youtu.be/NS0mp76Nn7g |
¿Puedes dedicar 2'24'' a este vídeo? Forma parte de un informativo de La 2 TVE y hace referencia a una larga investigación realizada por Associated Press.
En Tailandia e Indonesia hay unos 200.000 hombres esclavos en los barcos de pesca. Se compran por 300 euros para que trabajen 20 horas al día a cambio de un cuenco de arroz. Las palizas y otros castigos están a la orden del día, y cuando alguno muere sencillamente se le arroja al mar.
El pescado que consiguen estos hombres va a parar a grandes empresas de distribución, quienes lo venden a los consumidores en forma de sushi, comida para gatos o pesado congelado. BARATO.
Así que para algunos armadores asiáticos el negocio es redondo: mano de obra prácticamente gratuita y clientes seguros para las capturas que se consigan.BARATO.
También es un gran negocio para las multinacionales europeas y estadounidenses que compran el pescado, obviamente. Pueden vender productos baratos y además conseguir un amplio beneficio. BARATO.
Finalmente, los consumidores que compran estos productos a las multinacionales también están contentos: fáciles de conseguir y a muy buen precio.BARATO.
Esta cadena del horror está mantenida por miles y miles de personas como tú y yo, personas que en otras facetas de la vida podemos mostrarnos generosas, colaboradoras y hasta altruistas.
¿Dónde está el origen de monstruosidades como ésta? Posiblemente no haya uno solo, pero desde mi punto de vista una parte muy importante reside en que los ciudadanos del primer mundo encontramos normal vivir muy cómodamente al menor precio posible. Sencillamente, la sociedad nos ha enseñado a comportarnos frívolamente y no pensar demasiado. La cultura en la que nos educamos pesa mucho.
Darwin se extrañó de que los indígenas de la Patagonia fueran amorosos con los suyos y sin embargo regalaran a sus hijos los prisioneros de otras tribus para que aprendieran a torturarlos; los niños sacaban los ojos y las tripas a los prisioneros durante días, ante la complaciente mirada de sus progenitores. Era lo que marcaba la cultura imperante, y por lo tanto estaba bien visto.
Darwin se extrañó de que los indígenas de la Patagonia fueran amorosos con los suyos y sin embargo regalaran a sus hijos los prisioneros de otras tribus para que aprendieran a torturarlos; los niños sacaban los ojos y las tripas a los prisioneros durante días, ante la complaciente mirada de sus progenitores. Era lo que marcaba la cultura imperante, y por lo tanto estaba bien visto.
Cuando nos percatamos de que nuestro modelo de vida supone el abuso y la tortura a personas y animales indefensos, además de la degradación y muerte de la naturaleza, empezamos a tomar conciencia de otra realidad.
Despertar las conciencias es un proceso lento pero imparable. Las personas, los medios de comunicación como la televisión que difundió esta noticia, los gobiernos, etc., pueden hacer mucho en este sentido: Como nos recuerda Jesús Mosterín, la cultura abarca todas las actividades, procedimientos, valores e ideas transmitidas por aprendizaje social y no por herencia genética.
Y, como parte activa de la sociedad, la empresa también puede despertar una nueva conciencia en los ciudadanos.
Una buena forma de plantearse desde la empresa cómo afrontar esta responsabilidad es diseñar modelos de gestión basados en valores: si la empresa actúa con todos sus partícipes de forma responsable, basándose en principios éticos, las personas que trabajen para esa empresa (o tengan alguna relación con ella) irán interiorizando paulatinamente los qué y cómo han de hacerse las cosas.
Estos principios aplicados y vividos en el día a día dentro del ámbito laboral van rediseñando los valores éticos que, obviamente, se aplican en los demás roles que cualquier persona desempeña a lo largo del día: consumidora, responsable de la educación infantil, ciudadana que vota.... y por capilaridad la sociedad se va impregnando - y recuperando - los grandes valores que siempre han sostenido a los grupos humanos capaces de vivir en paz consigo y con la naturaleza.
De modo que la empresa, cuando aplica principios de gestión basados en la Responsabilidad Social y la Ética, no solo está asegurando su porvenir y mejorando su propio entorno cercano, sino ejerciendo de polinizadora para lograr una nueva sociedad.
Y ¿quién no querría trabajar en una empresa así?.
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